La familia que no podía decir hipopótamo

Proteína FOXP2
En Londres vive una familia que, desde hace al menos tres generaciones, es incapaz de decir la palabra "hipopótamo". Conocen la palabra, pero no pueden articularla. Para unos es difícil decir las palabras en el orden correcto mientras otros tienen problemas al recitar las que comienzan con la misma letra. La presencia en la mitad de los 30 miembros de la familia sugiere una base genética para este trastorno que recibe el nombre de apraxia verbal del desarrollo.

En 1997, Simon Fisher y sus compañeros descubrieron que en el cromosoma 7, en la sección nombrada como SPCH1, había una alteración del gen FOXP2. Se trataba de una mutación con cambio de sentido debida a la falta de un solo nucleótido que, como consecuencia, alteró la cadena de aminoácidos producida. Debido a esto, el gen FOXP2 fue publicado como el "gen del lenguaje" o "gen de la gramática".



El "gen del la gramática" parecía encajar bien con las teorías preconcebidas sobre la base genética del lenguaje, como la propuesta del lingüista Noam Chomsky a mediados de la década de 1960, en la que atribuía al cerebro la posesión de un "órgano del lenguaje". Tenía sentido que los idiomas tuvieran un origen común, dado que comparten características comunes. Permitía elucubrar que el cerebro contaba con un número limitado de elementos que le permitían desarrollar el lenguaje.

Pasaron los años y se vio que el FOXP2 no era el gen del lenguaje, o al menos, no solo se dedicaba a ello, dado que estaba implicado en múltiples habilidades mentales.La diferencia entre la proteína que producía el gen FOXP2 en ratones y en humanos variaba en tan solo 3 aminoácidos. Cuando se modificó genéticamente el gen FOXP2 en ratones para que produjera la proteína con dos de los aminoácidos que tenía la proteína presente en humanos, se produjeron cambios drásticos en las áreas cerebrales que controlan las maniobras motoras finas y los movimientos musculares, así como en las zonas implicadas en el envío y recepción de señales de recompensa. Posteriormente se supo que también aprendían más rápidamente.

Por lo tanto, se desmonta la idea de que el lenguaje domine una zona aislada del cerebro. Más que ser el gen que produjo el desarrollo neuronal, han sido los circuitos neuronales existentes los que se han adaptado para permitir el lenguaje y la expresión.

Los estudios sugieren que el lenguaje en los humanos es soportada por una amplia red neuronal. Los niños con mayores concentraciones de materia gris o blanca en el hipocampo y el cerebelo mostraron mejores habilidades del lenguaje en su primer año. Incluso a los 7 meses, se registra actividad en distintas áreas del cerebro y el cerebelo, que es importante para la coordinación motora, cuando escuchan hablar.

Al parecer, los idiomas del mundo tampoco tienen tanto en común. Al estudiar cómo ha evolucionado el orden de las palabras con el paso del tiempo en el uto-azteca, indoeuropeo, bantú y austronesio, no se vio un desarrollo paralelo en las estructuras del lenguaje, sino que cada uno evolucionaba según sus propias reglas, Incluso la estructura "verbo-objeto", que parece universal, solo apareció en dos de las lenguas estudiadas.

Sin embargo, sin un elemento primordial al que hacer referencia, ¿cómo se explica el origen del lenguaje?

Al estudiarse los movimientos necesarios para la construcción de herramientas o tallado de piedra se observó que son los mismos que para hacer una lasca de piedra. Los resultados indicaban que no era la mejora de la coordinación manual la que permitió a los humanos fabricar herramientas, sino un cambio en la capacidad cognitiva. Cuando los artesanos expertos realizan herramientas, se activan áreas del lenguaje en el hemisferio derecho. Por lo tanto, se cree que cuando aumentó la capacidad cognitiva humana de forma generalizada se dio un paso fundamental para la creación del lenguaje.

Aunque puede que la capacidad cognitiva no lo sea todo.


En un experimento para probar los orígenes del lenguaje, se enseñó a un grupo de sujetos un nuevo idioma inventado y se les dio cartas con formas e imágenes, enseñándole palabras para esas imágenes. Conforme el idioma pasaba de un individuo a otro adquiría una estructura convincente. En 10  generaciones, se hizo más sencillo de entender. Comenzó a aparecer la composicionalidad, por la que el significado residía en una parte de la palabra. Gracias a esto se pudieron formar nuevas palabras.

Los investigadores se mostraron escépticos ante una explicación exclusivamente biológica para el origen del lenguaje. Se da por hecho que el cerebro y el comportamiento son sencillos, pero el lenguaje se origina gracias a elementos sociales integrados en la población. Apuntar a un elemento individual como causa es ignorar cómo una propiedad individual se convierte en una propiedad de la comunidad.

El lenguaje es un objeto que se extiende como una red, tanto en el cerebro humano como en las distintas generaciones. Se comporta como una patata caliente de palabras y gramática que produce el orden y belleza actual. En el ámbito lingüístico, como en otras cosas, la ciencia nos muestra que no somos pilotos de nuestra nave hermética sino actores en una obra en la que cada uno podemos contribuir con un verso.

Fuente: Nautilus, Wikipedia
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