Como el agua regia salvó dos medallas de los Premios Nobel de los nazis

Era una bonita mañana de abril en 1940, cuando George se metió en un lío. En sus manos había dos Premios Nobel que había conseguido ilegalmente de Alemania, mientras fuera del laboratorio los nazis invadían las calles de Copenhague. Dinamarca estaba ahora ocupada por los alemanes, y era solo cuestión de tiempo que entraran en el Instituto de Física Teórica y registraran el edificio.

Las medallas pertenecieron a Max von Laue y James Franck, alemanes que habían ganado el Premio Nobel en Física hacía unos años. Sus nombres estaban en las medallas, y sacar oro de Alemania era una ofensa capital, con un castigo nada desdeñable. George no estaba enfermo, pero las palmas de sus manos sudaban como si tuviera fiebre y su corazón latía como un tambor. Los nazis encontrarían las medallas y si eso pasaba sabía que su condena no sería agradable.

¿Qué hacer? ¿Guardarlo en un libro hueco igual que los niños esconden los caramelos? No, no había ninguna garantía que asegurara que los libros se quedasen intactos, se los podrían llevar o quemar. ¿Enterrarlos? No había tiempo, la tierra removida atraería la atención. No, tenía que cambiarlos, hacedlo irreconocibles, ocultos a plena vista. De cualquier manera. Piensa George, piensa. Para cualquier problema debe de haber una solución. Sigue intentándolo hasta que aparezca una.
¡Una solución! ¡Por supuesto! ¡El oro debe ser ocultado en una solución! Para esperar el fin de la guerra en una botella corriente de un estante. Lo peor que podría pasar es que alguien la lanzara, y en ese caso no habría ninguna prueba que lo delatara.

George miró a su alrededor para crear un potente cocktail. Solo una cosa podría disolver el oro. El agua regia, una mezcla de tres partes de ácido clorhídrico con una parte de ácido nítrico. Por sí solos, ninguno de estos ácidos podrían cambiar el oro, pocas cosas pueden hacerlo. El oro era considerado un metal tan bello y poco común exactamente por esa razón, porque era inmutable y muy estable. No se oxidaría como el hierro o se volvería verde como el cobre. Estos concentrados ácidos fuertes no harían un agujero en el oro como en otros metales,. A menos que ese ácido sea el agua regia, el agua real.

En un frasco grande, George combinó rápidamente los dos ácidos, ahora concentrado y con sus manos secas. El resultado de mezcla era, por un momento, incoloro para volverse de color melocotón y después naranja brillante. Con la respiración contenida, dejó caer las dos medallas de oro.

La química siempre había atraído a George de Hevesy desde que trabajó por primera vez con isótopos radiactivos hacía treinta años. Había descubierto muchos misterios de la biología, como que parte de las plantas absorbe el plomo para proteger al resto de la planta (las raices). Aún era una persona influyente en su campo, que estaba creciendo rápidamente con la experimentación con seres humanos. Si un humano se inyectaba un isótopo radiactivo, ¿dónde iría?, ¿cuanto tiempo permanecería en su cuerpo y como se excretaría?

Fue, en ciertos círculos, bastante famoso. Quizás en el futuro podría estar sosteniendo un Premio Nobel propio.

Pero por ahora, esos dos premios era todo lo que tenía, y se estaban volviendo más pequeños. La magia del agua regia estaba en la manera en la que esos ácidos trabajan juntos.

El ácido nítrico tiene el poder de tomar pequeñas cantidades de oro y ponerlas en la solución. Por si solo no haría nada, porque solo permitiría una pequeña cantidad de oro en la solución, con el oro en equilibro entre la forma sólida y soluble.

El ácido clorhídrico, por otra parte, puede suministrar átomos de cloro para convertir al oro en cloruro áurico (AuCl3). Pero por si mismo tampoco haría nada porque no podría tomar pequeñas partes de oro, como hace el ácido nítrico, y comenzar la reacción.

En el agua regia, el oro se pone en una solución con el ácido nítrico y luego se convierte el cloruro áurico por el ácido clorhídrico. De esta forma se crea un equilibro para que el ácido nítrico siga tomando más oro para ser rápidamente transformado. El oro se devolvió a la Real Academia de las Ciencias de Suecia y la Fundación Nobel entregó nuevas medallas a von Laue y a Franck.

En 1943, ganó su propio Nobel por sus trabajos sobre los isótopos como trazadores en el estudio de las propiedades químicas de las sustancias.

Fuente: Aschoonerofscience
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2 Comments
  • Andrés
    Andrés 1 de noviembre de 2010, 21:25

    Qué historia tan emocionante, una clase práctica de química ante la necesidad.

    Saludos.

  • la cocina de bender
    la cocina de bender 16 de noviembre de 2010, 2:26

    Hola, no conocía la historia pero, lo que no tengo muy claro es si se puede volver a trasformar esa mezcla de ácidos y oro otra vez en oro, un abrazo.

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